martes, 7 de junio de 2011

Reflexiones





Cuando te pasan cosas fuertes, cosas que cambian el rumbo de tu vida, sientes que nadie más puede entender lo que pasa en tu interior, desde hace años que lucho con los comentarios que sin intención personas hacen acerca de mi hijo o de nuestra situación como padres, es común escuchar que la gente llama “pobrecito” a mi hijo o que me pregunten cuán difícil es tener un hijo ciego, quizás al principio te animas un poco a contar parte de lo que es tu realidad pero luego comprendes que nunca lo entenderán hasta que no se pongan de verdad en tus zapatos, porque yo no siento, ni lo sentiré nunca que mi hijo sea un “pobrecito” y tampoco necesito la lastima de nadie, ser madre de un hijo ciego o no, tiene los mismos desafíos, aparte de eso no puedo hacer comparaciones, solo tengo un hijo y sí es ciego pero es como cualquier otro niño, y eso me gustaría que vieran los otros, pero claro no es de mala intención que la gente se haga ese tipo de planteamientos.
Pero estos cuatro días en la convención del BEBSK, me vi rodeada de mujeres, de madres, que sienten lo mismo que yo, que no se sienten ni infelices ni frustradas, sino que las vi radiantes, las vi abrazar a sus hijos con un amor tan puro, que no podía dejar de observar a estas peculiares familias, todas tienen sus historias, todas tienen sus momentos en que creen que ya no podrán mas, pero ¿no es acaso un sentimiento común en todos?, no es exclusivo de nosotros los que tenemos hijos con alguna discapacidad, tener un hijo significa dejar de ir por la vida sin mayores preocupaciones, tener un hijo significa que tu vida cambiara para siempre, y tu existencia se hace eterna porque eres madre o padre.
Por fin no me sentí anormal, nadie decía ni pobrecito, ni se quedaba parado mirándonos, ni reclamaban porque Milo hablaba fuerte cuando había mucho ruido, claro a veces a la gente les parece que Milo es un niño gritón, pero como sabe él si estamos escuchando o no cuando estamos en un lugar donde hay más ruido….En fin, era como sentirse de nuevo normal, no sé si de verdad puedo describir con  palabras apropiadas el sentimiento, solo puedo decirles que aprendí que estar en el otro lado de la acera tiene sus ventajas, y les voy a decir porque. En este encuentro había familias con un solo niño, con dos niños ciegos, con un niño ciego y otros videntes, etc. Pero había un denominador común y es que no vi a padres histéricos, no les vi agarrándoles de las mechas a sus niños porque no obedecían, no les vi alterarse porque no se sentaban tranquilos en la mesa, no los vi gritar como desesperados porque sus niños no escuchaban a la primera lo que se les estaba explicando, no les vi lamentarse de sus situaciones, sino que los vi compartir, los vi en una atmosfera donde estar en este lado de la calle es lo normal y no al contrario. Vi jóvenes videntes que voluntariamente se hicieron cargo de la guardería, y sin mentirles nació en mi una esperanza renovadora en la juventud, eran solo chicos y chicas de no más de 16 años que compartían con estos niños peculiares y se esforzaban por entenderles, por ser sus amigos. Vi como dos niños de no más de 9 años se hacían amigos en esta convención uno era ciego el otro no, los dos iban de la mano para todos lados y se divertían como suelen hacer los niños de esa edad, vi dos niñas abrazándose y  llorando porque  el último día había llegado, las dos son invidentes, las dos llenas de pasión por la vida, y saben en ese momento me plantee la pregunta, es mi vida así de intensa?, miraba a mi alrededor y sólo podía sentirme asombrada, eran ejemplos vivientes de valor, de fortaleza, de fe. Ojala la sociedad entera fuera así, ojala todos entendiéramos que la normalidad no está en ser todos iguales sino en aceptarnos con nuestras diferencias y nuestras similitudes, está en el respeto, en el amor al prójimo.




He regresado a la realidad y no puedo dejar de quitar de mi cara una sonrisa porque en mi interior se develaron profundas visiones de lo que quiero sea mi futuro y mi paso por esta vida.
Ser madre es de por sí una bendición que no tiene comparación, pero me siento el doble de bendecida porque Micha y yo tenemos esta vida con un niño que quizás jamás será igual al resto, sino que será para siempre único, y eso tampoco tiene precio.
Así que si ven por la calle a una madre con un niño discapacitado no sientan lastima por ella, porque ella no necesita de tu lastima, trátala como a cualquier otra mujer que es madre, eso puede regalarle mucho más que tu condolencia.

2 comentarios:

  1. Que bien que pudieron paticipar en este encuentro!! lo encuentro genial que existan estas cosas para compatir experiencias similares... yo doy gracia a Dios de conocer al Milo y saber lo feliz que el es de tenerles a ustedes como padres los mas bacanes jajaj... y porque???!!

    ResponderBorrar
  2. Gracias amiga , la verdad se me hicieron pocos los dias y volver a la vida diaria cuesta un poco, espero nos veamos pronto, besotes!!

    ResponderBorrar